Este ha sido mi primer verano tras la defensa de la tesis. Los dos veranos anteriores... no fueron vacaciones. En 2011 realicé la estancia en una universidad extranjera y en 2012 tuve que entrar en boxes para reparaciones de salud y en cuanto salí del hospital continué con la tesis.
Este hecho, sumado al propio agotamiento de mi trabajo fuera y dentro de la universidad me llevó a un estado de agotamiento extremo, que terminó tras la defensa de nuevo en el hospital, por ansiedad y cansancio. Esa fue mi experiencia, pero no tiene por qué ser la vuestra, por supuesto.
El caso es que a medida que se aleja la defensa y voy descansando de ella, vuelven mis energías. Este verano (agosto, me refiero) ha sido importante para favorecer esto. Lo he dedicado literalmente al dolce far niente. Y recalco lo de niente porque es exactamente lo que he hecho: nada. Pasear, hablar, ver TV, leer, ver cine, ir de tiendas... esas pequeñas cosas a las que no damos importancia hasta que estamos colapsados de trabajo y obligaciones.
Y ahora, de vuelta al trabajo y ya descansado, tengo mucha más energía que nunca por lo que he empezado el curso liderando la puesta en marcha de varias investigaciones. Pero de esto os hablaré en otra entrada, ligándolo a la etapa post-doc.
La moraleja, como comentaba en una entrada muy antigua de este mismo blog, es que hay que saber trabajar y hay que saber descansar del trabajo. Tan importante es uno como otro.