05 febrero 2013

Reflexiones la noche antes del depósito


Hoy es el primer día que la he tenido así, entre mis manos. La sensación es muy extraña. No paro de recordar momentos durante todo el proceso: mis compañeros/as de doctorado, las clases en el seminario, la defensa del DEA, el proyecto de tesis, la estancia en Aberdeen, las reuniones con mi dirección, los momentos de ilusión y de desánimo, las miles de horas dedicadas, los momentos de admiración por mi dirección, los momentos en que pensaba cómo podría deshacerme de su cadáver, y todo lo demás. Todo en mi mente... años de trabajo...

Eso es lo que he hecho yo. ¿De verdad? ¿Es cierto que voy a ser doctor? ¿Yo?

Sin embargo, ahora que llego al final me pregunto por qué lo he hecho. La respuesta abarca múltiples aspectos, algunos muy personales como para explicarlos aquí (aunque había escrito una entrada completa, muuuuuy emocional, que luego he borrado), y otros más obvios y que conté al inicio del propio blog.

Un importante componente ha sido el de superación personal, enfrentarme a un gran reto y superarlo.
Otro que para mí ha sido relevante es aprender, mientras que el tercero fue mi ilusión por ser científico y poder investigar en mi ámbito de conocimiento.

Me siento extremadamente cansado, hasta el punto del agotamiento físico y psicológico. Trabajar, ser profesor asociado, y hacer una tesis doctoral son tres buenas ideas... por separado. Necesito descansar. Una semana después de la defensa he decidido hacer un viaje lejos, yo solo (suelo viajar solo), para despejarme y recargarme de energía. También quiero y necesito pensar. Sólo quiero montarme en el coche y conducir lejos.

Ahora que se acerca el final del proceso me siento muy orgulloso de mí mismo y no paro de pensar qué me hace ilusión regalarme como premio final. Sigo pensando, pero aún no he dado con nada.

La parte emocional, muy muy importante para mí... pero que no quiero explicar, se la dejo en música y letra a Rialto.

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